DT

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viernes, 29 de julio de 2011

Mediodía.

Era mediodía, justo antes de la hora de comer.
Cogió el puñal colgado en la pared que tanto había odiado desde que se lo trajo de aquel absurdo viaje de negocios.
Nunca entendió para que servía.
Ahora lo sabía.
Agarró la empuñadura con fuerza dirigiendo la punta afilada hacia su pecho, clavó con fuerza desgarrando tejidos y rompiéndose las costillas, una por una, hasta que el hueco fue lo suficientemente grande como para meter la mano.
Se arrancó el corazón y lo contemplo un rato mientras latía, lentamente, como apagándose.
Pensó que sería un buen regalo.
Lo dejó sobre un plato en la mesa, junto a un cuchillo y un tenedor de la cubertería que le regalaron el día que contrajo nupcias.
Lleno la copa de vino tinto, ese que tanto le había gustado a lo largo de su corta vida.
El corazón seguía latiendo, como esperando que ocurriera algo.
Llego él.
Se sentó y empezó a comer.
Ni siquiera se paraba a masticar, tan solo tragaba.
Ella lo miraba como cada día, ensimismada en esas pestañas impropias de un hombre, en esa boca que podía con ella. Ensimismada sonriendo como una niña boba.
Se acabó el vino de un último sorbo y levanto la vista.
Por primera vez la vio, tirada en el suelo, rodeada de un liquido viscoso, granate, con el pecho abierto.
Estuvo observándola durante horas, o eso le pareció.
Incluso así, sin color en las mejillas, sin vida en su interior y con el delantal aún puesto, estaba preciosa, como aquella noche de verano que la conoció.
Suspiró y lamentó no haber saboreado con más detenimiento la comida que le habían preparado aquel día.
Desmembró su cuerpo y la metió en bolsas, de esas perfumadas que ella se empeñaba en comprar, seguía pensando que era un sinsentido, la basura olía de todas formas.
Bajó a la calle dirigiéndose al contenedor de la esquina, le dio las buenas tardes a la vecina y arrojó el cuerpo de la que había sido una parte de su vida.
Volvió a casa, fregó el suelo, limpió la sangre del puñal y lo colocó en su sitio. Conecto el lavavajillas y miró el reloj.
Salió de casa blasfemando porque llegaba tarde, se metió en el coche y se fue a trabajar como un día más.

martes, 5 de julio de 2011

Para ti.


Música. 

Música, mi vida.

Es una de las mejores cosas del mundo.

Te gustará.

Sentirás lo que nunca imaginaste, sentirás lo que creíste imposible.

No trates de entenderla, solo siéntela.




Mar. 
El mar, mi vida. 
Ve a verlo, es azul. 
Nada se puede comparar, inmensidad pacifica casi monstruosa. 
Espejo de cielo. 
Donde los ángeles lloran. 
Verás el horizonte y sabrás que allí está el fin. 
No trates de encontrarlo, muchos cayeron en el abismo de la locura y jamás regresaron.




Atardecer. 
Ve a ver el atardecer, mi vida. 
El silencio y la paz se apoderan del mundo. 
Los pájaros callan. 
Todo se paraliza y el día se convierte en noche. 
El viento espera, la naturaleza respira, cada poro suspira. 
La oscuridad se apodera del todo. 
Parece que llega la nada. 
Pero no temas, solo duerme hasta que la vida vuelva a resurgir y el sol caliente tu piel. 




Flores. 
También las flores, mi vida. 
Dignas de contemplar durante la eternidad. 
Dignas de ser llamadas perfectas. 
Puede que sea lo más hermoso que veas nunca. 
Colores que no imaginas bañan sus pétalos. 
Olores que, más que olores, son perfumes celestiales. 
Sentirás la suavidad de su aroma, intenso, sutil, extraordinario. 
Tan delicadas. 
Necesitan más cariño que agua. 
Necesitan más amor que aire. 
Solo comparables a las mujeres. 
Bonitas. 
Cuídalas.  
Con precaución, no confíes demasiado, algunas te harán sangrar. 




Observa el mundo, mi vida. 
El aire, siente el viento.  
Observa el todo.  
La lluvia, maravíllate con las nubes. 
Busca la preciosidad en cada cosa, todo la tiene, a su manera. 
El fuego, contémplalo en la distancia, es impresionante. 



Aléjate de la incomprensión. 
Muchos te dirán que no vales, que no sirves, que no existes. 
Olvida el no. 
Apénate por ellos, que no tienen la capacidad de disfrutar de la vida. 
Aférrate a la vida, es lo único que tendrás seguro hasta el final. 




No temas a la muerte, no temas nada. 
La muerte da paz. 
El fin da paz. 
Termina el dolor y el sufrimiento. 
Pero tampoco tengas prisa por llegar,
pues será tuya y de todos en su momento, 
aunque deje pena a su paso. 
Aférrate a la vida hasta que venga por ti.  




Y escribe, mi vida. 
Escribe para mi, aunque ya no esté aquí contigo. 
Escribe sobre lo hermoso, sobre la belleza, sobre todo. 
Escribe lo que te guste, escribe lo que te disguste. 
No odies, no sirve, solo corrompe el alma. 
Y tu alma es pura porque yo te la di. 
Solo tuya, para ti. 




Ama, mi vida. 
Ama como yo te amo a ti. 
Como si fuera lo único. 
Amarás tanto que te pesará, sentirás que te ahogas, que no eres capaz de abarcar tanto.
Verás que sí, aprenderás, e incluso te gustará amar así. 
No olvides que el que ama sufre, que amar duele, que la preocupación puede llegar a ser insoportable. 
Pero aún así ama. 
Amar es de valientes.  




Por último he de advertirte, 
no intentes comprender nada, 
no busques el sentido a nada, 
la vida no hay que entenderla, 
solo hay que vivirla, mi vida. 



El ser humano tiende a complicarlo todo. 
Tú debes ser más, mejor. 
Solo deja que fluya, fíjate en los ríos y se como ellos. 
Cae en todas las tentaciones, 
no tengas miedo, 
haz todo lo que quieras, 
pero se prudente.




Recuerda que estaré en cada momento, en el mar, en la música, en el viento, en las mil flores, en los ríos, en el cielo, estaré en cada amanecer y atardecer contigo, velando por ti, aunque no me puedas ver. 




Se feliz, mi vida. 




Enviado desde mi dispositivo BlackBerry® de Orange.