DT

DT

martes, 10 de mayo de 2011

Frágil.

Tengo miedo.
Tengo miedo de romperme.
Huyo.
Corro.
Quiero gritar.
Que alguien me ayude.
Por favor.
No puedo.
Me ahogo.
Hace frio.
Llego a un precipicio.
La confusión me invade.
Saltar o retroceder.
Espejos por todas partes.
Música lejana.
No sé de donde viene.
Estoy llorando y no sé por qué.
Sé que me odia.
Me hace sufrir.
No consigo deshacerme de ella.
Es insoportable.
Agonía.
Me fustiga cada día de mi existencia.
Araña con fuerza,
dejando marcas invisibles.
Me hace sentir débil,
insensata,
fea,
gorda,
inútil,
fracasada.


Una vez más me quedo sentada al borde del precipio sin retroceder y sin lanzarme, como una niña pequeña que ha perdido a sus padres y que, aferrada  a un osito de peluche más grande que ella, intenta reconfortarse pensando en lo segura que se siente cuando su madre la arropa y le canta una nana antes de dormirse.


Despierto entre sudores, lágrimas y un dolor punzante en el pecho.
Me oprime y no puedo respirar.
Las sábanas, como de costumbre, hechas un jirón en el suelo.
Corro al baño desesperadamente
Vomito la cena de la noche anterior.
Me quedo sentada en el suelo del lavabo.
Con la cabeza entre las rodillas.
Sollozando.
Odiándome, otra vez, por no ser capaz de controlar.
Odiándome, otra vez, por no ser fuerte.
Odiándome, otra vez, por seguir odiándome.


Frágil.
Otra vez.

No hay comentarios: